Objetivo:
Orientar sobre los estragos de la contingencia sanitaria derivada de la pandemia por el COVID-19, que han detonado problemas emocionales y potencializado adicciones conductuales, que van drenando de forma silenciosa la calidad de vida, afectando no solo a la sociedad y a la iglesia que es parte de ella, sino al mismo liderazgo; con el fin de propiciar conciencia al respecto y brindar pautas que generen acciones personales y comunitarios saludables para prevenir, trabajar o resolver tales afectaciones.

Descripción:
Estamos enfrentando diversas problemáticas a consecuencia de la pandemia. Las áreas sociales, económicas, políticas, de salud, familiares y eclesiales ha sido vulneradas a distintos niveles. Además, vienen, y se están viviendo ya, una serie de consecuencias que requerirán un gran esfuerzo de los distintos sectores de la población, incluida la iglesia, para poder superar todos sus efectos.

Así como la sociedad, la iglesia y el liderazgo han sido afectados en el ámbito emocional, detonando situaciones de depresión y ansiedad. De igual manera, los efectos se han reflejado también en la potencialización de adicciones conductuales, como las digitales, al trabajo, al sexo, que drenan la vida individual y comunitaria.

Tal detonación-potencialización de problemas emocionales y conductas adictivas evidencian situaciones previas a la pandemia, no trabajadas, en ocasiones no conscientes, que, por la presión, incertidumbre, cambios drásticos de roles y hábitos, teletrabajo, duelos no elaborados, fueron exacerbadas.

Dada la prolongación de la crisis que vivimos, es urgente hacer un alto, para reflexionar, hacer conciencia de la situación, con el fin de fomentar las ideas, actitudes y conductas que prevengan, trabajen o corrijan los estragos de la pandemia. Es un desafío para el liderazgo el trabajo en su persona, primero, así como el trabajo en la grey, como una forma misionera de propiciarlo en la sociedad.

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